Encuentro versos de otro decenio
y hoy bendigo su extrañeza:
No quiero más esta turba cenicienta,
ni alacenas desvencijadas
en fin de semana.
No quiero más grutas frías
entre el dormitorio
y los restos del desayuno.
No quiero agruras,
ni zarpas,
ni el eco de un idilio pasajero.
La despótica neurosis ansiaba
nuestras primeras matinales
para caldear su celda
y calcinar los cerrojos
que estancan mis rencores.
Siempre ha sido más fuerte
tu júbilo en mis huesos.
Me diste la pubertad de tu risa
y nuestra memoria de las cosas
pudo al fin seguir creciendo.
y hoy bendigo su extrañeza:
ni alacenas desvencijadas
en fin de semana.
No quiero más grutas frías
entre el dormitorio
y los restos del desayuno.
No quiero agruras,
ni zarpas,
ni el eco de un idilio pasajero.
nuestras primeras matinales
para caldear su celda
y calcinar los cerrojos
que estancan mis rencores.
Siempre ha sido más fuerte
tu júbilo en mis huesos.
Me diste la pubertad de tu risa
y nuestra memoria de las cosas
pudo al fin seguir creciendo.
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