se me ha espesado tanto
que ya la luz no puede
corretearme dentro.
El ideal tiene sueño
y sestea en la memoria
de espaldas al resplandor.
Aunque finja bríos,
ya no recuerda
casi nada de mi credo.
Este último año, la vida
me está convirtiendo
en un innoble impostor.
Por eso y porque
no tengo agallas.
En memoria del maestro Ángel González
La poesía debe ayudarnos a desnudar la vida de rutina, a hacernos ver que cada instante encierra un milagro
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