De nuestros pericoréticos
cimbreos y genuflexiones
la cama guarda vestigios,
dejos infinitesimales
o sus ocres espesores.
Desde los primeros trinos,
tus caricias hacen eco
en los pliegues del embozo
y maldicen la colada
del domingo a mediodía.
Apóstata del detergente,
idolatro la fijeza
de los depósitos humanos.
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