los rigores de esta república solipsista
hasta alcanzar un estado de enajenación
suficientemente verosímil.
Pero el miedo deshace la ficción
y nos amarra a la identidad que perdemos
con cada desperezo.
Tal vez soñar sea el más genuino acto
de vida consciente y fruitiva,
y sin embargo renunciamos
a su potente salvoconducto.
Aunque es inútil que el alba persevere en su ciclo.
Tan sólo es un accidente pasajero
que a veces propicia el agasajo
de tu caricia suspendida.
La carne es el libro de registro
de esta inmensa galería de espasmos
donde tú y yo nos perdemos
cada mañana al despertar,
vana es la ilusión de cruzar esa frontera
sin papeles.
2009